CONSERVERAS, MUJERES Y COMERCIO LOCAL
Hablar de proceso de industrialización en Galiza es hablar de fábricas de salazón primero y de las conserveras después.
Nosotros que vivimos, respiramos y transpiramos nuestra pasión por ellas, por fábulas de vida llenas de seductores contoneos en la historia, con conspiraciones y traiciones casi palaciegas. Con herencias y matrimonios de conveniencia y abruptas rupturas familiares, queríamos, en un ataque de lirismo darles protagonismo en la ciudad que nos acoge y que tan revuelta por la historia avanza. Que en la porosidad de las piedras se abrazan, seguro, todas ellas.
No puede faltar, -cuando hablamos de las conserveras y cuando hablamos de nosotras-, la importante figura de las mujeres. Hablar de las fábricas es hablar de ellas, de sus manos incansables, de miles de horas de pie repitiendo al ritmo de las cintas, selladoras el mismo quehacer. De la humedad, de las manos mojadas y abiertas por el salitre, del intenso olor a pescado. Cuerpos activos y agotados que además de trabajar y correr a la fábrica cuando sonara la sirena, llegaban a casa y sacaban de la tierra lo que tocara y colgados de sus faldas los mocosos que no daban tregua. O que de muy niñas iban a trabajar a la casa de los fomentadores agotando su infancia. Ellas que mucho después lucharon por unos derechos laborales de los que ya gozaban los hombres y que ellas ni siquiera eran conscientes de tener que reivindicar, pusieron los pilares para regular uno de los sectores más feminizados de la industria gallega.
Tampoco queríamos olvidar la importancia del comercio. De esos pequeños espacios, y decimos pequeños porque ya nada se concibe como tal. Pequeño pues, próximos, calientes, sin luces fluorescentes, sin epilépticos carteles, sin sonidos martilleantes. Rendirle tributo también a todas esas mujeres invisibilizadas detrás de un mostrador. Ellas que investigan y conocen mejor que nadie las historias de las rugosas piedras, mantienen su silencio.
El meollo de todo este sentir cristalizó con la idea y trabajo de Illa Bufarda que compusieron para la Campaña ganadora del IV Concurso de Proyectos de Publicidad Comercial del Ayuntamiento de Santiago de Compostela.
Gracias a todas ellas, hoy las conserveras y las mujeres que las hacen posible junto con las tres generaciones de mujeres y hombres que ocuparon el espacio tienda de Catrineta, antes Recouso, se muestra por toda la ciudad.